Una inquietud común a todo estudiante de arquitectura durante su formación es saber cuándo terminar un proyecto. A excepción del ejercicio profesional, que exige resultados construidos con fuertes limitaciones de tiempo y recursos, el desarrollo de proyectos en la academia no tiene límites tan definidos. Esto se debe en parte, a que no existen las mismas demandas y restricciones del ejercicio profesional; pero sobre todo a que el aprendizaje de la arquitectura es un proceso personal, basado en la especulación y el trabajo constante.
Esta condición se revela con claridad en el producto que cristaliza todas las acciones de diseño: el proyecto. Un proyecto no es un trabajo terminado, sino que es una fase intermedia de un recorrido mayor, una etapa que reúne suficiente coherencia y claridad sobre el trabajo en curso para fijar directrices futuras. Desarrollar proyectos es una tarea profundamente optimista, porque capitaliza todo trabajo presente como una inflexión positiva. En este sentido, el futuro será siempre entendido como un estado mejor al que se está ahora, ya que todo buen proyecto podría traducirse en futuros buenos edificios o toda la experiencia y aprendizaje obtenido en la academia podría cimentar un buen desarrollo profesional.
Reconocer que todo el trabajo hecho en la academia es una apuesta al futuro, significa que nada de lo que se aprende se acaba una vez adquirido, que ningún proyecto es suficientemente correcto como para permanecer inalterado, ni que nadie ha adquirido un conocimiento óptimo como para darse por satisfecho con la obtención de un título. Esto significa que todo lo que uno hace en estas aulas es parte de un proceso. Este puede entenderse desde las fases de elaboración de una simple propuesta de diseño, hasta el aprendizaje y mejora de los medios, técnicas y conocimientos que tenemos para hacer arquitectura. Estos procesos describen una serie de etapas de diversa complejidad y envergadura, siempre en constante avance.
La iniciativa de compilación y publicación de portafolios FAU –documentos que sintetizan el trabajo de los estudiantes- registra estos procesos, genera un marco que permite observar que se proyecta hoy en nuestra facultad para estudiarlo y ponerlo en perspectiva. Es una herramienta de retrospección que nos permite ver que se ha hecho, como se han planteado y desarrollado proyectos y que podemos aprender para las próximas etapas. Asimismo su escala es transversal, ya que fija un punto de referencia a cada estudiante respecto del trabajo realizado; a cada taller que aprende de experiencias propias y de los demás; a la facultad en su conjunto que puede observarse a sí misma en su complejidad y completitud desde su producción proyectual más honesta y hasta a la sociedad, que pueda conocer el valioso trabajo que hoy nuestra comunidad académica y estudiantil está haciendo.
“Proceso” es la expresión del trabajo en constante progreso de nuestra facultad, y a la vez una pausa ante la producción que transcurre de proyecto a proyecto y de taller a taller. Es un paréntesis para observar críticamente nuestra producción intelectual colectiva y catalizar lo que hemos aprendido a partir de estas acciones.